Si bien en
un primer momento se comenzó analizando la arquitectura como una serie de
objetos que se van implantando sobre el terreno, creando un nuevo paisaje,
donde lo artificial se va relacionando con lo natural hasta ir produciendo una
simbiosis, en ésta nueva fase de trabajo, se detecta la posibilidad que éste
tipo de arquitectura produce en cuanto a producción de ambigüedades y espacios
intermedios.
De repente,
empiezan a aparecer una serie de intersticios y a cobrar importancia, lugares
exteriores, pero a la vez interiores. Un exterior domesticado. Lugares
perfectos para la relación comunal.
La riqueza
que tal ambigüedad produce llena el proyecto de posibilidades. En un principio
la idea que se plantea es actuar en éstos intersticios adaptándolos para las
distintas actividades de descanso y esparcimiento. Creando gradas, bancos,
taludes, plantaciones…
La
discontinuidad de elementos comienza a hacerse algo continuo… Lo que eran
abstractas losas de hormigón se van cualificando, y aunque manteniendo una
continuidad, van variando sus funciones,
ahora una cubierta, en otro momento una rampa, o una escalera, o bien un muro
perforado con huecos en una dirección o en otra. Huecos, que al superponerse, van
produciendo distintas situaciones de transparencia y opacidad.